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Automutilación: el dolor físico que da alivio

2012-10-23

Una nueva hipótesis neurobiológica y clínica gestada en Chile concluye que las personas que se automutilan lo hacen probablemente debido a una menor sensibilidad física al dolor o para manejar síntomas psíquicos desagradables, como la “despersonalización”, reemplazando el dolor psíquico que sienten por uno físico, ya que este último las hace sentirse aliviadas y, a las vez, más “insertas en el mundo”.

LA CULTURA POPULAR ha retratado en varias ocasiones a personajes que se automutilan. Por ejemplo, en “Dans ma peau” (En mi piel, 2002), la ópera prima de Marina de Van, se habla de la obsesión que tiene una mujer por su cuerpo. Luego de dañarse accidentalmente en una fiesta, Esther, la protagonista, descubre el placer de experimentar el dolor hasta la obsesión. Con ello, rápidamente llega la automutilación e, incluso el canibalismo.

Otro ejemplo más cercano y real lo entregó “127 Hours”, de Danny Boyle, que cuenta la historia real de Aron Ralston, quien debió acudir a la automutilación luego de que uno de sus brazos quedara atrapado en el saliente de una montaña en Utah.

Pero no sólo en la ficción abundan las personas que acuden a la automutilación, la que ha sido definida como un grupo de conductas en que el paciente se autolesiona, generalmente a partir de cortes, de un modo repetitivo y asociado a un mal control de sus impulsos.

Los cortes tienden a ser múltiples y superficiales, de acuerdo con el psiquiatra Rodrigo Correa. ¿Para qué acuden a ellos las personas? Porque estos cortes “se relacionan con un alivio transitorio de sentimientos desagradables de despersonalización, tensión, frustración o irritabilidad. Si bien en la mayoría de los casos no se presenta ideación suicida, existen conductas automutilatorias dirigidas a atentar contra la vida del paciente y algunas resultan en su muerte”, precisa el doctor Correa.

Umbral más alto

Si bien hasta ahora existen múltiples hipótesis para explicar por qué se genera la automutilación, ninguna había tomado en cuenta este problema desde la perspectiva neurobiológica y clínica. Es por ello que los doctores Ismael Mena, Rodrigo Correa y Armando Nader trabajaron sobre el paper “Alteraciones neuro-funcionales en trastornos del ánimo que cursan con conductas auto-mutilatorias: estudio de perfusión regional cerebral a partir de la técnica de Neuro-SPECT Tc99-HMPAO”.

Para este estudio, trabajaron con pacientes que presentaban conductas automutilatorias de tipo no suicidal, las que se caracterizaban por ser laceraciones superficiales generalmente en los brazos.

“El estudio se centra en las razones de tipo neurobiológico, donde lo central a destacar es la asociación entre una capacidad disminuida o nula para experimentar dolor y la presencia de conductas automutilatorias”, explica Correa.

Lo que encontraron a través de esta investigación es que tanto los humanos como los animales presentan esta condición. Por ejemplo, Rodrigo Correa destaca un número de reportes donde se describe la existencia de pulpos o ratas que se autolesionan luego de que se inducen lesiones neurológicas experimentales en sus extremidades que resultan en una sensación de dolor reducida o ausente.

En tanto, en humanos, al menos tres condiciones patológicas que se han asociado a percepción alterada del dolor cursan habitualmente con conductas automutilatorias.

“Dentro de éstas se encuentran los trastornos de personalidad ‘borderline’, en que se ha descrito un aumento del umbral para percibir dolor (lo que quiere decir que requieren de estímulos dolorosos de mayor intensidad para catalogarlos como dolorosos respecto de sujetos sanos). Estos pacientes son especialmente frecuentes de encontrar en la práctica clínica”, precisa Correa.

Las hipótesis que intentan explicar estas alteraciones en la percepción del dolor describen anormalidades en los niveles de neurotransmisores cerebrales -serotonina y dopamina- como de opiáceos de liberación endógena. De esta manera, el estudio realizado por los profesionales chilenos intentó descifrar qué regiones cerebrales se encontraban especialmente alteradas en pacientes con diagnóstico de trastorno afectivo bipolar asociado a conductas automutilatorias no suicidales, para generar una nueva hipótesis explicativa a partir de los hallazgos imagenológicos encontrados.

Traspaso de dolor

Otra hipótesis relacionada con el mal procesamiento del dolor apuntaría a que la automutilación sería una estrategia mal adaptativa para manejar o lidiar con síntomas muy desagradables como la “despersonalización”.

“Esto es una alteración en la percepción o experiencia de sí mismo. El paciente se siente distinto, como si no fuese física y mentalmente él mismo. La despersonalización emerge desde una alteración de lo que se conoce como ‘sensación de agencia’ o capacidad normal para autorreconocerse momento a momento como ‘la misma persona’ desde lo corporal y mental. La pérdida de la sensación de agencia, expresada como despersonalización, se experimenta de un modo extraordinariamente desagradable”, especifica el investigador.

Entonces, la hipótesis planteada es que algunas personas se autoinflingen dolor como un modo de salir del estado de despersonalización y lograr sentirse insertas en el mundo. “De un modo simplificado, sería una forma de cambiar un dolor psíquico (la despersonalización) por uno físico más tangible. De hecho, muchos pacientes experimentan alivio al cortarse”, precisa Correa.

Ese sería el caso, por ejemplo, de quienes se tatúan o hacen piercings con alta frecuencia y en múltiples o extensas regiones corporales. “Eso podría corresponder a un modo socialmente aceptado de automutilación. Es frecuente escuchar que pacientes que realizan este tipo de práctica acuden a ella tras una ruptura de pareja o experiencias de soledad, fracaso o despersonalización”, plantea Rodrigo Correa. Y añade: “Asimismo, es frecuente observar una mayor presencia de trastornos de personalidad en quienes practican estas expresiones culturales de un modo exagerado”.

Cómo actúan las imágenes cerebrales

Lo que hace este paper es tomar a un grupo de pacientes bipolares con historia de conductas automutilatorias, para explorar su funcionamiento cerebral a partir de una técnica de imágenes conocida como Neuro SPECT, la que mide el flujo sanguíneo a diferentes áreas del cerebro.

Además, con ello se intentó precisar la existencia de un patrón de alteraciones (áreas cerebrales afectadas) que se repitiese en los pacientes estudiados. Luego, se comparó con pacientes con depresión bipolar y monopolar, pero que no tenían conductas automutilatorias, para tratar de discriminar si este patrón anormal de funcionamiento cerebral estaba o no presente en dichos pacientes.

“De esta manera, se puede buscar qué es lo que corresponde a las conductas automutilatorias y qué es propio del trastorno afectivo, es decir, discriminar. En el fondo, si en el grupo de pacientes bipolares con automutilación se encuentra un patrón de funcionamiento cerebral alterado en ciertas áreas que no está en el grupo de pacientes con trastornos afectivos sin automutilación, es posible decir que dicho patrón podría relacionarse a las conductas automutilatorias y, por lo tanto, las áreas señaladas estar involucradas en la generación de dichas conductas”, analiza el psiquiatra.

Tras comparar estadísticamente los valores de perfusión en distintas regiones del cerebro entre los tres grupos de estudio, se observó lo siguiente: “Fue posible distinguir dos regiones cerebrales que estaban alteradas solamente en el grupo que se autolesionaba. La primera región es una estructura cerebral profunda conocida como tálamo y que sirve como un área donde se filtran e integran los estímulos sensoriales, incluido el dolor, y que se ha asociado, además, con la capacidad de integrar las señales externas, de modo de generar la ya explicada sensación de agencia”, señala el profesional.

En el estudio, esta área demostró estar híper perfundida, es decir, presentaba un aumento del flujo sanguíneo cerebral respecto de los otros dos grupos, así como con respecto a una base de datos de sujetos sin patología psiquiátrica.

La segunda región alterada es conocida como corteza peri-límbica y los investigadores se encontraron con una perfusión sanguínea disminuida en relación con los otros dos grupos estudiados y con una base de datos de sujetos sin patología psiquiátrica. Esta área estaría implicada en otorgar el componente afectivo de desagrado a la experiencia de dolor.

“A su vez, tálamo y corteza peri-límbica mantienen una estrecha interacción funcional. Luego, al conocerse la asociación experimental y por estudios en patologías humanas entre insensibilidad al dolor y fenómenos automutilatorios y, a la vez, observar que las regiones alteradas en nuestro estudio están implicadas en el procesamiento y la percepción del dolor, se concluye que una explicación probable para estos fenómenos es una alteración en la percepción del dolor y en la sensación de agencia o ‘despersonalización’, ambas dependientes en parte del funcionamiento e interacción entre el tálamo y la corteza peri-límbica”, concluye el doctor.