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Los cuidados y apoyos que debe tener una madre de prematuro

2011-08-08

Especialistas entregan consejos claves para enfrentar los posibles efectos psicológicos que estas mujeres pueden experimentar fruto del nacimiento de un hijo antes de lo previsto. El apoyo familiar es fundamental en esta etapa. Publicado el 21 de junio de 2011, en La Tercera. Por María Isabel Triviño

“LA LLEGADA DE un bebé prematuro genera una fractura en el proyecto vital de tener un hijo. El período de embarazo implica muchos cambios a nivel biológico, psicológico y social, los que se desarrollan con características específicas a lo largo de nueve meses. Con el bebé prematuro eso se ve interrumpido y, por tanto, todas esas áreas se ven afectadas”, así lo señala Sandra Ahumada, psicóloga del departamento de Obstetricia y Ginecología del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, al referirse a las consecuencias que esta situación acarrea para las madres.

En este sentido, la especialista explica que “los efectos psicológicos tienen que ver son la sensación de no haber ‘completado’ las tareas psicológicas del tercer trimestre, que son terminar el proceso de personificación del bebé. Es decir, la vivencia del bebé como ser único, distinto e independiente. Además, implica no haber concluido las conductas preparatorias del encuentro madre-bebé, como comprarle ropa, preparar su cuna y pieza y la aceptación de los propios cambios corporales”.

La psicóloga añade que “por otra parte, se ve afectado el proceso de apego madre-bebé, ya que la prematurez implica un período de separación entre ambos, el que es variable según las condiciones del bebé prematuro y que está dado por la hospitalización en los servicios de atención neonatal”.

Como consecuencia de lo anterior, Sandra Ahumada indica que la madre presenta una serie de síntomas, entre los cuales destaca la “labilidad emocional, dificultades para dormir y/o alimentarse normalmente, ánimo depresivo o ansioso, preocupaciones permanentes y recurrentes acerca del bebé, su salud y la posibilidad de muerte o daño permanente”.

Todo esto puede provocar diversos problemas: “En los trastornos de apego se evidencia una dificultad para acercarse y ‘conectarse’ emocionalmente con el bebé, para discriminar sus estados emocionales y necesidades. Todos estos síntomas son parte del proceso normal de la experiencia de ser madre de un prematuro, pero cuando la mamá se siente abrumada por ellos o se mantienen en el tiempo, a pesar de la evolución positiva del bebé, hablamos ya de cuadros clínicos que requieren atención especializada”, relata la profesional.

Al respecto, el doctor Rodrigo Correa, psiquiatra especialista en trastornos del ánimo de la mujer, cuenta que el efecto psicológico más frecuente entre estas madres es conocido como “trastorno adaptativo” o “reacción vivencial”. “Se trata de la repercusión afectiva normal que presenta una persona ante una circunstancia vital adversa o preocupante y de carácter inesperado.

En general, su duración es inferior a seis meses y pueden evolucionar favorablemente con intervenciones psicoterapéuticas o de modo espontáneo”, explica el médico.

Agrega que una segunda posibilidad es que el estrés asociado a esta vivencia, en conjunto con la desregulación hormonal que se registra después del nacimiento, desencadenen un episodio depresivo posparto.

“Dicho cuadro clínico es de especial importancia, ya que debe ser siempre tratado de un modo más enérgico para no alterar la dinámica de la relación madre-hijo. Una tercera reacción psíquica se conoce como trastorno por estrés postraumático y se refiere a un cuadro caracterizado por recuerdos desagradables nítidos y no voluntarios (flash-back) del episodio, evitar circunstancias que recuerden el evento (visita a hospitales) y un estado de alerta generalizado de tipo ansioso”, comenta el doctor Correa.

El psiquiatra acota que “si la madre evoluciona hacia un cuadro depresivo posparto, se requerirá apoyo psicoterapéutico y un tratamiento psicofarmacológico con antidepresivos. Dichos fármacos, si son bien elegidos, pasan en un porcentaje de entre 2% y 4% a la leche materna y resultan indetectables en la sangre del recién nacido. El no tratarse puede redundar en un cuadro depresivo de larga duración, afectándose negativamente la relación de apego, el adecuado cuidado del hijo y la vida en pareja”, enfatiza Correa.

Apoyo

Por su parte, el doctor Jaime Burgos, jefe del Servicio de Neonatología del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, comenta que “en trabajos publicados se señala que 6,4% de quienes tenían a sus bebés internados en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales y estaban en grupos apoyados psicológicamente consideraban la estadía de su hijo como una experiencia extremadamente estresante, versus el 62% de aquellos que no lo tuvieron”, precisa.

Por esa razón, agrega Burgos, los padres son alentados a visitar precozmente a su hijo hospitalizado en el servicio de neonatología y tienen visitas abiertas durante toda la internación. “La atención es centrada en la familia y se estimula y se leenseña a conocer las características y reacciones de este recién nacido prematuro. Se estimula el contacto piel a piel del recién nacido mayor de 28 semanas de edad gestacional y estable, tanto con la madre como con el padre. Esta técnica, llamada ‘método canguro’, tiene beneficios para la estabilidad fisiológica del recién nacido y para el vínculo emocional entre padres e hijo”, explica el neonatólogo.

Sobre el apoyo de familiares, el doctor Rodrigo Correa indica que, como en todo proceso inesperado y traumático, compartir la experiencia y los temores con sus seres queridos les ayudará enormemente.

“La contención empática, es decir, una escucha activa, no crítica y centrada en las necesidades afectivas de estas mujeres por parte de sus familiares, resultará clave al momento de facilitar un enfrentamiento exitoso de este tipo de crisis. Por otra parte, si el recién nacido debe permanecer hospitalizado, una fluida comunicación con el equipo médico tratante les permitirá conocer claramente el estado de su hijo y las medidas médicas adoptadas, lo que siempre es mejor que la angustia generada por la incertidumbre o las propias fantasías catastróficas”, concluye el psiquiatra.